RESUMEN
Se presentan los resultados obtenidos en un grupo de menores (8-17 años) dentro de un estudio epidemiológico sobre el juego de apuesta y el juego patológico realizado en el municipio de Punta Umbría (Huelva). Los datos se recogieron sobre una muestra de 130 sujetos, utilizando el South Oaks Gambling Screen (SOGS-RA) para adolescentes, donde podemos observar que el 83,1% no presentaría problemas de juego, el 11,5% sería jugador con problemas leves y el 5,4% podría considerarse como probable jugador patológico. Tras describir distintas características sociodemográficas, ofrecemos información sobre frecuencia y uso de drogas en los jugadores. Destacamos que el 14,3% de los jugadores patológicos fuman diariamente, dándose igual porcentaje para el consumo de alcohol. Por otra parte, el 71,5% de los jugadores patológicos superan los 17 puntos en el CDI, llegándose al 42,9% que tendría pensamientos de suicidio, aunque no llegaría a realizarlo.
Palabras Claves: Juego patológico, Menores de edad, Uso de drogas, Abuso de Alcohol.
SUMMARY
This paper is a presentation of the results which were obtained from an epidemical study on gambling and pathological gambling carried out in the town of Punta Umbría (Huelva-Spain). It shows the data collected from a sample of 130 subjects who are under age (8-17 age), using the South Oaks Gambling Screen (SOGS-RA) for adolescents, where it can be observed that 83,1% do not
present any gambling problems, 11,5% are would be gamblers with slight problems and 5,4% could be classified as probable pathological gamblers. After describing different sociodemographic characteristics, we offer information about the frequency and use of drugs in the gamblers. It can be noted that 14,3% of the gamblers are daily smokers, with the same percentage consuming alcohol. On the other hand, 71,5% of gamblers go over the 17 points on the CDI, and 42,9% could think of committing suicide, although they would not reach the point of doing so. Key words: Pathological gambling, children under age, Use of drugs, Abuse of Alcohol.
ADICCIONES, 2000. www.socidrogalcohol.org
INTRODUCCION
Está bien documentado que, desde 1936, el juego ha experimentado un continuo y rápido crecimiento
en la mayoría de los países (Frey, Eadington, 1984; McMillen, 1996). Una causa para este crecimiento que ha sido compartida por diversos autores es la disponibilidad de los juegos (Cornish, 1978; Connors, 1983; Dickerson, 1984; Orford, 1985).
Sin embargo, la afirmación de que el rápido crecimiento del juego es atribuible a la legalización y a la accesibilidad al juego, puede ser considerado al menos incompleto; ya que toda actuación sería inútil si no hubiera un deseo de jugar por parte de la gente. Incluso en las sociedades donde el juego ha sido prohibido éste ha florecido (Dixon, 1996).
Para Ladoucer y Walker (1998) la naturaleza esencial del juego es que el dinero (o su equivalente) se
arriesga en el incierto resultado de un suceso, sujeto a ciertas condiciones: a) el juego ocurre en un contexto de grupo donde después de los costos, tasas y ganancias, el dinero apostado por los perdedores es redistribuido a los ganadores y b) la redistribución del dinero es independiente de cualquier otra empresa comercial relacionada con el suceso de jugar.
El juego patológico fue reconocido oficialmente como entidad nosológica de salud mental en el año 1980 cuando la Sociedad Americana de Psiquiatría lo incluye por primera vez como trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su tercera edición (D.S.M.III) (APA, 1980). En ella,
los criterios diagnósticos del juego patológico aparecenreflejados entre los trastornos de control de
impulsos no clasificados en otras categorías o trastornos residuales.
El rasgo básico que caracteriza al jugador patológico es “un fracaso crónico y progresivo en la capacidad de resistir los impulsos a jugar y de la conducta de jugar, fracaso que compromete, altera o lesiona los intereses personales, familiares y vocacionales” (APA, 1987, 388). En 1987, cuando se publica la revisión del Manual (D.S.M.III-R) se producen cambios importantes en la consideración que del juego patológico se tiene, centrando el interés en aspectos como los síntomas fisiológicos de la abstinencia y tolerancia.
Por su parte, la cuarta versión del DSM (APA, 1995) mantiene que la característica esencial del juego patológico “es un comportamiento de juego, desadaptativo, persistente y recurrente” y se han de cumplir al menos cinco de los criterios indicados en la Tabla 1; así mismo reflejamos la propuesta de Fisher (1992) para ajustar los criterios en niños de entre 11 y 16años (DSM IV-J). 494 .Estudio descriptivo sobre el juego patológico en estudiantes (8-17 años).
Criterios diagnósticos del juego patológico en el D.S.M.IV. y DSM IV-J. DSM IV
01. Preocupación por el juego.
02. Necesidad de jugar con cantidades crecientes
de dinero para conseguir el grado de excitación
deseado.
03. Fracaso repetido en el esfuerzo de para controlar,
interrumpir o detener el juego.
04. Inquietud o irritabilidad cuando intenta interrumpir
o detener el juego.
05. El juego se utiliza como estrategia para escapar
de los problemas.
06. Después de pérdidas se regresa para recuperar.
07. Se engaña a los miembros de la familia y otros
para ocultar el grado de implicación con el juego.
08. Se comenten actos ilegales para financiar el juego.
09. Se han arriesgado o perdido relaciones interpersonales,
trabajos etc.
10. Se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la desesperada situación financiera.
Las definiciones dadas en las distintas versiones del DSMIV asumen que en la población existen, al menos, dos tipos de jugadores: los sociales y los patológicos. Mientras los primeros serían aquellos que juegan esporádicamente y tienen control sobre su conducta, los jugadores patológicos se caracterizarían por jugar frecuentemente y sin control de su conducta de juego. Shaffer, Hall, Vander (1997) agrupan a los jugadores en tres niveles, que bien pudieran representarun continuo de incremento en las conductas de jugar y los problemas asociados. Nivel 1.- juego social o recreacional sin consecuencias significativas. Nivel 2.- juego con problemas moderados y Nivel 3.-conductas de juego que resultan en múltiples problemasy es consistente con los criterios del DSM .
Por su parte, Ochoa y Labrador (1994) proponen cuatro grupos de jugadores: los jugadores sociales, los jugadores profesionales, los jugadores problemas y jugadores patológicos (adicto y dependiente, respectivamente, en la terminología de Irurita, (1996). Hoy en día hay que reconocer que aún no se dispone de datos concluyentes en el estudio de la personalidad de los jugadores, no hay una evidencia
empírica ni teórica que permita caracterizar a éstos como grupo homogéneo (Fernández, Echeburúa,
Báez, 1999).
Sólo mencionar que los dos aspectos que más han llamado la atención en el estudio de la personalidad son el constructo de búsqueda de sensaciones (Zuckerman, 1979; Brown, 1993) y los trabajos sobre impulsividad (Castellani, Rugle, 1995; Steel, Blaszczynski, 1996; Fernández, Echeburúa, Báez, 1999). Por otra parte, y dada la alta incidencia de antecedentes
familiares de ludopatía observada en muestras clínicas de jugadores patológicos (20%-35%, si
se considera a familiares de primer grado y/o segundo grado respectivamente) se está desarrollando la investigación genética para determinar cuáles son los genes candidatos específicos del trastorno como así ocurre en otras adicciones (Cadoret, Yates, Troughton, Woodworth, Stewart, 1995; Saiz, Ibáñez, 1999).
Entre los rasgos clínicos se ha podido constatar que los jugadores patológicos obtienen puntuaciones superiores en depresión a las de la población control y una mayor presencia de acontecimientos vitales significativos y con episodios de depresión mayor si se evaluaban retrospectivamente (Roy, Ardinoff, Roehrich, Lamparski, Custer, Lorenz, 1988; McCormick, 1993; Becoña, 1993; Becoña, Lorenzo, Fuentes, 1996; Crockford, el-Guebaly, 1998). Al igual que con los estados afectivos, y relacionado con ellos, parece que se dan ciertas coincidencias entre actividades de juego y el suicidio (Phillips, Welty, Smith, 1997). La ejecución de conductas de juego suele realizarse en contextos donde las posibilidades de acceder a ciertos tipos de sustancias (vg. alcohol, tabaco) son altas y reforzadas. En este sentido ha existido una cierta preocupación por conocer las relaciones que puedan darse entre el consumo de sustancias adictivas y el juego. Así Lesieur (1985) ya señalaba que el 15% de los jugadores patológicos también mostraban adicción al alcohol y/u otro tipo de drogas. En España la situación es similar, se observa como el 25% de los jugadores patológicos consumen 100cc o más de alcohol frente al 5% de la población general que lo hace en ese nivel. Rodríguez Martos (1987) encuentra que el 15% de las personas diagnosticadas como alcohólicas muestran un doble diagnóstico de juego patológico. En grupos de menores y con relación al uso de tabaco, el 16,3% de los que decían consumir actualmente presentaban problemas con el juego y el 11% de los que reconocían beber (Arbinaga, 1996). Pero junto a este tipo de alteraciones que sufren los jugadores podemos observar un conjunto de manifestaciones relacionadas con la abstinencia al juego. En los momentos de abandono de la actividad de jugar aparece un fuerte deseo de volver a jugar y un aumento de la irritabilidad (Wray, Dickerson, 1981). Sobre una muestra de 222 jugadores patológicos (Rosenthal, Lesieur, 1992) destaca que el 24% se considera alcohólico y el 18% adicto a drogas. El 65% de los jugadores ha padecido al menos uno de los siguientes síntomas de abstinencia: insomnio, dolor de cabeza, trastornos digestivos o diarrea, pérdida delapetito, debilidad física, palpitaciones, dificultad en respirar, temblor, calambres, sudoración, dolores musculares,fiebre y el 91% reconocía experimentar “craving”(ansia por jugar).Las principales fuentes de información epidemiológica,en la literatura internacional, las encontramos en los trabajos procedentes de EEUU, Canadá, Australia y países avanzados de Europa, Reino Unido, Alemania, Francia (Gallup, 1976; Meyer, 1986; Dickerson, Hinchy, 1988; Volberg, Steadman, 1988; Volberg, 1990; Ladoucer, 1991; Shaffer, Hall, 1996; Shaffer y cols., 1997; National Opinion Research Center, 1999; entre otros). Por parte de nuestro contexto más cercano, y al mismo nivel de análisis global, destacan diversas investigaciones sobre la incidencia del juego en las Comunidades Autónomas de Andalucia (Legarda; Babio, Abreu, 1992; Irurita, 1996; Tejeiro, 1998), Galicia (Becoña, Fuentes, 1995; Becoña, 1991) y en Cataluña (Cayuela, 1990). En el ámbito internacional la tasa de prevalencia del juego patológico en la población adulta se sitúa entre el 2%-3%, según lo manifestado en el DSM-IIIR (APA, 1987) y el 0,5%-3% según otros estudios realizados (Allcock, 1986; Volberg y cols. 1988). A partir del meta-análisis realizado por Shaffer, Hall y Bilt (1997), sobre 18 estudios llevados a cabo entre el año 1988 y 1997, en los Estados Unidos y Canadá, se encuentra que la prevalencia, a lo largo de la vida de jugadores patológicos (nivel 3), se mueve en el rango del 0,1% al 3,1%, con una media de 1,5%. La estimación combinada de los problemas de juego y la prevalencia de los probables patológicos (nivel 2 y 3) se sitúa entre el 2,3% y el 12,9%, éstos sobre 15 estudios, y con una media del 5,4%. En 1986, la Comisión Nacional del Juego publica en nuestro país “El Libro Blanco del Juego” donde se pone de manifiesto que el 79,2% de los mayores de 16 años reconoce jugar en mayor o menor medida, perfilándose un jugador tipo. Estudios más recientes, desde el año 1990, nos mantienen en niveles de incidencia poblacional entre valores que oscilan, para jugadores problemas del 1,6% (Becoña, 1991) al 5,2% de Legarda y cols. (1992) y, para jugadores patológicos del 1,4% encontrado por Becoña y Fuentes (1995) al 1,9% de Tejeiro (1996).
En Andalucía, los datos de Irurita (1996) nos reflejanque el 1,8% del conjunto de la población andaluza probablemente sea jugadora patológica frente al 4,4%que mantendría problemas leves conel juego. Considerando los resultados obtenidos en las tasas por tipo de jugador para cada provincia destacan las zonas de Cádiz (11,5%), Málaga (8,3%) y Jaén (7,2%). Por su parte, Huelva presentaría un 4,18% en ambas categorías situándonos en la sexta provincia de nuestra comunidad.
Recientemente, en el panorama internacional se ha publicado nueva información sobre jóvenes, donde Westphal, Rush, Stevens y Johnson (2000) con una muestra de 11.736 estudiantes (6º-12º grado) reflejan que el 10,1% de los mismos indicaban problemas con el juego durante el año anterior y el 5,8% podía presentar un juego patológico. Estos porcentajes podíanaumentar considerablemente llegando hasta el 11% o el 19,9% cuando se consideraban según los grados o cursos en los que se recogía la información. En nuestro país los estudios sobre menores de edad han comenzado a realizarse desde el año 1996 y los esquematizamos en la Tabla 2. Hay que decir, que no es de extrañar que las tasas de juego en población menor de edad sean mucho más altas que las informadas en grupos de adultos; ya 496 Estudio descriptivo sobre el juego patológico en estudiantes (8-17 años)
Revisando los datos informados sobre grupos de menores vemos que los varones juegan más que las mujeres (Arbinaga, 1996; Becoña, Gestal, 1996; Villa, Becoña, Vázquez, 1997). A
sí
mismo, si se considera la edad, tanto Arbinaga (1996) como Villa, Becoña, Vázquez (1997) encuentran los porcentajes mas altos en los sujetos mayores de 13 años, mientras Becoña y Gestal (1996) señalan a esta edad como la más problemática dentro del grupo de jugadores patológicocon el 37% de los mismos. De los estudios realizados en nuestro país sobremenores de edad sólo dos preguntaban por los antecedentes familiares relacionados con el juego (Becoña,Gestal, 1996; Villa, Becoña, Vázquez, 1997). En este sentido, los datos resultan contradictorios ya que la opinión mayoritaria de los jugadores patológicos a la pregunta que se les hace sobre si sus padres juegan a juegos de apuestas, el 48,1% y 38,2% dicen que sí, respectivamente en ambos estudios; aunque son pocos los que reconocen que alguno de ellos juega demasiado. Tampoco coinciden los trabajos cuando se trata de identificar al que juega demasiado; así, el 66,7% de los jugadores patológicos dicen que ambos juegan demasiado y un 33,3% diría que es el padre (Becoña, Gestal, 1996) frente al trabajo de Villa y cols (1997) donde el 40% dice que son ambos los que juegan demasiado, otro 40%dice que es la madre y sólo el 20% dice que es el padre.
Para finalizar queremos hacer mención al trabajo de Villoria (1999), que si bien no trabaja con menores de edad, aporta datos recogidos en muestras de universitarios sobre actitudes hacia el juego y hacia el jugador patológico, entre otros aspectos. En él se nos indica que se ha producido un cambio de actitud social respecto al consumo de drogas, especialmente con el alcohol; sin embargo, el juego patológico sigue sumergido en un prejuicio social con amplias repercusiones en la prevención y rehabilitación.
Decir, por último, que cuando se busca caracterizaral jugador en nuestro país (Becoña, 1999) los datos nos vienen a mostrar una realidad coincidente con la encontrada en otras zonas como los EEUU (National Opinion Research Center, 1999; Volberg, 1993) y Canadá (Ladoucer, 1991).
Partiendo de esta base, entre los objetivos que contemplábamos al inicio de este trabajo destacamos
el aportar datos que permitan ampliar cuantitativa y cualitativamente la información sobre la adicción al juego en nuestro país. Conocer la prevalencia en elconsumo de juegos de apuestas y los niveles de
juego patológico entre los menores de edad del municipio de Punta Umbría (Huelva), como base para el ulterior diseño de protocolos de intervención, tanto preventivos como asistenciales.
El estudio ha sido realizado en la provincia de Huelva. Su ubicación dentro de la provincia, en la zona sur, centro de la costa, la convierten en una demarcación geográfica privilegiada para el turismo y el ocio. Junto al turismo, el municipio se caracteriza, en el conjunto de la provincia, por el desarrollo de una actividad productiva inmersa en el ámbito de la pesquería (Serna, 1996).
La provincia de Huelva en 1996, presentaba una población censal de 452.822 personas (Instituto
Nacional de Estadística, 1996). El municipio de Punta Umbría, por su parte, reflejaba una población de 10.888 personas, situándose entre los diez términos municipales de mayor población de la provincia (ésta cuenta con 79 municipios), y perteneciendo a una de las zonas, la de costa, que resulta en una de las de mayor densidad en habitantes. En el censo se puede observar que el 49,1% son mujeres y el 79,1% es menor de 50 años. El intervalo de edad considerado para nuestros intereses (8-17 años) implica al 17,75% de la población (n=1.932) siendo el 50,3% hombres y el 49,7% mujeres.
Para la recogida de información se realizó un muestreo estratificado, proporcional aleatorio, considerando el criterio de clasificación la edad y el sexo. El error establecido para la determinación del tamaño muestral es de + 4% (e = 0,04) y un nivel de confianza del 95,5% (Tagliacarne, 1962), esto hace que el número de personas requeridas para caracterizar a la muestra para una población como la comentada sea de 588 sujetos. Una vez recogida la información, la muestra quedó compuesta por 616 individuos, con edades comprendidas entre los 8 y los 79 años. Nosotros presentaremos los datos que se obtuvieron en la población menor o igual a 17 años. Ésta se compuso de 130 personas (45,4% mujer y 54,6% varón).
Procedimiento
La recogida de información fue realizada por un total de cinco personas, cuatro estudiantes de los últimos cursos de psicología de la UNED y el coordinador, identificadas con una autorización municipal. Todos se sometieron a cinco sesiones de formación sobre: juego, instrumentos, metodología de trabajo, instrucciones etc.. Decir que para los análisis estadísticos se ha utilizado el SPSS-PC 6.0. El período durante el que se procedió a la recogida de la información fue el que medió entre el 2 de octubre y el 1 de noviembre de 1999. Las horas sobre las que se trabajaba eran las lectivas del colegio o instituto. Para la recogida de la información se contó con la
colaboración de la dirección de los centros escolares y los tutores. Seleccionados los niveles académicos, la representación por sexos y las clases donde se pedirían los voluntarios se acudía en horas de tutoría. Cuando se disponía de los sujetos, elegidos al azar entre los voluntarios, se les trasladaba a un aula preparada para el caso. Se les daba las instrucciones, unificadas para todos los grupos, insistiendo en el carácter anónimo, y se les mantenía separados para garantizar la confidencialidad de las respuestas. Se insistía en qué se consideraban juegos de apuesta y se mencionaban ejemplos. Con los sujetos de 8 a 11 años, se establecían grupos de tres a los que se dirigía un colaborador de manera específica, éste les leía cada una de las preguntas y el joven respondía tras la lectura de cada una de ellas. El colaborador solía aclarar cada una de las
preguntas asegurándose que el joven entendiese las cuestiones. El colaborador no veía las respuestas
dadas por los jóvenes, ni éstos las de sus compañeros.
RESULTADOS
Los resultados obtenidos en la evaluación de la prevalencia de las conductas de juego en el grupo de
menores nos muestran que el 83,1% son sujetos que no tendrían problemas con el juego. El 11,5% mantendría problemas leves con el juego y el 5,4% podríamos clasificarlo con mucha probabilidad como jugador patológico.
Como pudimos observar ver el 71,5% de los jugadores patológicos tienen entre 12 y 15 años, frente al 60% que representan dichas edades en el grupo de problemas leves.
El intervalo de edad dominante entre los jugadores patológicos es el de 12-13 años (42,9%); sin embargo, en los problemas leves la distribución es mayor y destacan los 14-15 años (46,7%) y puntúan en el grupo 6-17 años.
De manera resumida podemos decir que la principal motivación alegada para jugar por el grupo de jugadores patológicos, y unificando las respuestas en sólo dos categorías (“nunca he jugado por..” y “alguna vez he jugado por…”), es la de entretenerse (85,7%), seguida por la de ganar dinero (71,5%), a continuación por las sensaciones obtenidas con el juego (57,1%), la influencia de los amigos se iguala a la de no poder dejar de jugar una vez que ha iniciado el juego (28,6%), siendo la motivación menos alegada la de jugar para olvidar los problemas (14,3%).
Si el tipo de juego lo observamos desde la óptica del grupo de jugadores patológicos veríamos que el
57,1% dice haber jugado a las cartas; por su parte, al bingo, las máquinas tragaperras, rascar cartones y acara o cruz lo reconocen el 42,9% del grupo, el 28,7%dice haber jugado a las loterías, dados, deportes de equipo o juegos de habilidad y sólo el 14,3% reconoce haber apostado a carreras de animales.
A la hora de intentar determinar posibles influencias sobre las conductas de juego en los jóvenes, desde el seno familiar o en el contexto del domicilio, podemos observar que el 85,7% de los jóvenes jugadores patológicos reconoce que viven con alguien que juega apostando.
Igual porcentaje reconoce que alguno de sus padres juega, y cuando se le pregunta quién es el que juega el 66,7% de los jugadores con una probable patología dicen que lo hacen ambos progenitores.
Si la cuestión la centramos en conocer cómo valoran las conductas de juego de los padres, el
28,6% de este grupo dice que alguno de sus padres juega o ha jugado demasiado; siendo reconocido el padre en el 50% de los casos y ambos en la otra mitad. La madre no se reconoce en ninguno de los dos grupos con posibles problemas.
130 jóvenes el 50,8% reconoce que, en los últimos seis meses, ha probado alguna vez una o más drogas. Entre los jugadores patológicos el 71,4% reconoce el uso de dos sustancias y el 28,6% de una sola. En el grupo de sujetos con problemas leves el 80% dice haber probado dos o más drogas para igual período temporal.
Concretando el tipo de sustancia que se reconoce como consumida observamos que entre los jugadores patológicos hay tres sustancias, que con una u otra frecuencia se consumen actualmente (alcohol, tabaco, porros) destacando los grupos de jugadores patológicos que actualmente consumen alcohol y tabaco. Queremos llamar la atención sobre ese 42,9% de jugadores patológicos que han consumido tranquilizantes, aunque ahora no lo hagan. En el grupo de jóvenes con problemas leves de juego destaca que el 73,3% de los mismos consume alcohol en la actualidad y un 46,7% lo hace con el tabaco.
Como vemos, las principales sustancias entre los jugadores, al igual que en el resto de la población, son el tabaco y el alcohol. Si nos acercamos a la intensidad en el consumo de tabaco o cantidad de cigarrillos fumados en el día, los sujetos probables patológicos en un 28,6% dice fumar hasta 10 cigarrillos. Entre los jugadores con problemas leves este porcentaje queda en el 33,3% y un 13,3% de los mismos dicen llegar hasta los 20 cigarrillos al día.
Por último, haremos una breve referencia a los resultados obtenidos en el cuestionario utilizado para
medir alguna alteración en el estado afectivo. En el conjunto de la muestra el 59,2% presentaría una puntuación, que para los criterios del instrumento utilizado, sería de normal en síntomas de depresión y un 18,5% presentaría una sintomatología de este tipo entre moderada y severa. En los sujetos sin problemas de juego los porcentajes representarían el 71,3% y el 6,5% respectivamente, aumentando considerablemente su peso para los grupos de problemas leves y una probable patología (Tabla 5).
CONCLUSIONES
Los datos nos reflejan que considerando el conjunto de la muestra (n=130) el 83,1% no presentaría problemas con el juego, el 11,5% estaría formando el grupo de sujetos con problemas leves y en el 5,4% habría que considerar la posibilidad de que estuviéramos ante un grupo de jugadores con una patología relacionada con el juego. Estos datos, aunque puedan resultar altos, cuando observamos los aportados en otros estudios de nuestro país, vienen a coincidir con lo informado por algunos autores en el ámbito internacional tanto para grupos de adultos (Shaffer, Hall, 1996;, Shaffer, Hall, Bilt, 1997) como para grupos de adolescentes (Westphal, Rush, Stevens, Johnson, 2000).
Así, Shaffer y Hall (1996) basándose en un meta-análisis de los estudios realizados en ocho estados de los Estados Unidos y cuatro provincias del Canadá, sobre un total de 19.000 sujetos, estimaron la prevalencia de los problemas de juego en el 14,8% y una prevalencia del juego patológico del 5,8%. Posteriormente, Shaffer, Hall y Bilt (1997) concretaron que el porcentaje representado por los niveles 2 y 3 del juego vendrían a situarse entre el 2,3% y el 12,9% y con una media del 5,4%; y si sólo se consideraba el nivel 3 (probable patología) los porcentajes se moverían entre el 0,1% y el 3,1%, con una media del 1,5%. Por su parte, Westphal, Rush, Stevens y Johnson (2000) sobre una muestra de 11.736 estudiantes desde 6º grado al 12º grado de las escuelas de Louisiana, durante los años 1996 y 1997, reflejaron que el 10,1% de los jóvenes indicaban problemas con el juego durante el año anterior y el 5,8% podía presentar un juego patológico (con intervalos de confianza al 95% que giraban desde el 9,6% al 10,6% y entre el 5,3% al 6,1% respectivamente). Los porcentajes aumentaban cuando se consideraban según los grados o cursos en los que se recogía la información, llegándose al 11% en el grado 11º y al 19,9% en los grados 7º y 8º. Sin embargo, era de esperar que fueran mucho más altas las tasas en este grupo que en el de los adultos, ya que teniendo en cuenta las revisiones existentes en la literatura se nos indica que las tasas de los adultos pueden incluso multiplicarse por cinco en el caso de que estemos estudiando a jóvenes adolescentes (Lesieur, Blume, 1991; Ladoucer, Mireault, 1988, Fisher, 1992, Fisher, 1993, Westphal, Rush, Stevens, Johnson, 2000). Por último, cuando comparamos nuestros datos con los recogidos en entornos más próximos pero en adultos (Legarda, Babio, Abreu, 1992, Irurita, 1996,
Tejeiro, 1998) se observa que para la combinación de ambas categorías de problemas con el juego (problemas leves y probable patología) tendríamos a un 6,9% de los sujetos muestreados en la ciudad de Sevilla, a un 5,7% de los sujetos en la ciudad de Algeciras y a un 6,2% en el conjunto de la comunidad de Andalucía. Estos datos globales aumentan considerablemente en el trabajo de Irurita (1996) si revisamos la información de las dos categorías de problemas con el juego unificadas para las ciudades de Cádiz (11,5%), Málaga(8,3%) y Jaén (7,2%).
Realizando un breve repaso a los datos obtenidos vemos que los hombres presentan mayores problemas con el juego, sin embargo las mujeres muestran mayor peso en el grupo de los problemas leves, a diferencia de los trabajos ya mencionados (Arbinaga, 1996; Becoña, Gestal, 1996; Villa, Becoña, Vázquez, 1997).
Así mismo, los jugadores patológicos muestran una satisfacción muy baja con los estudios que realizan.
En cuanto al motivo alegado destacaríamos que el 57,1% de los jugadores patológicos reconoce que alguna vez ha jugado por las sensaciones obtenidas durante el juego y un 28,6% por que no puede dejar de jugar una vez que ha comenzado la actividad. Si revisamos los tipos de juego en el grupo con más problemas, vemos que es frecuente jugar a actividades no permitidas a los menores; que si bien para algunas (cartas, bingo…) hay la posibilidad de desarrollarse en domicilios privados, y por tanto puede existir un menor control, otras han de hacerse en locales públicos (máquinas tragaperras).
Si hablamos del consumo de drogas entre los jugadores patológicos el 14,3% dice consumir de
manera diaria tabaco y/o alcohol; porcentajes que aumentan considerablemente en lo que representan dentro del grupo de jugadores con problemas leves, situándose por encima de la media poblacional y similares a los encontrados por Arbinaga (1996).
A la vista de los resultados encontrados pensamos en la necesaria atención que deben recibir problemas como el que tratamos en municipios pequeños o medianos, donde, por sus peculiares características, la oferta de juegos es amplia. Así mismo veríamos conveniente el diseño de protocolos de actuación dirigidos a grupos específicos, que permita una asistencia
global y generalizada a todo el espectro de patologías que pudieran asociarse al juego. Prestando especial atención a la evaluación de éste en los centros específicos de asistencia a drogodependientes.
Un problema como el juego patológico, donde la incidencia en la adolescencia es relevante, ha de
entenderse en un proceso temporal, que actualmente es creciente. Sólo así se podrá comprender la importancia de las medidas dirigidas a objetivos de prevención primaria; teniendo como lugar de referencia el nivel escolar.
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